En la lucha constante por adoptar hábitos alimenticios saludables, a menudo nos preguntamos por qué nos resulta tan difícil resistir la tentación de consumir alimentos ricos en grasas y azúcares, incluso cuando somos conscientes de sus efectos negativos para nuestra salud. La respuesta puede encontrarse en un intrincado sistema de comunicación entre nuestro intestino y cerebro, específicamente a través del nervio vago.
¿Por qué comemos alimentos que sabemos que son malos para nosotros?
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